La mujer de 70 a 77 años. Vivencias del undécimo septenio
No todo está vivido. No todo está hecho. A los 70 años cosechar los frutos de mi vida y ofrecerlos a la comunidad es algo muy saludable.

Ilustración: «Sabias. Undécimo septenio. Profundidad radiante». Acrílico sobre papel hecho con amor por Elena Caballero.
Como un águila imperial sobrevuelo el paisaje y me poso allí donde me necesitan. Me percibo con la capacidad de irradiar tranquilidad, de bendecir a otros y de sentir misericordia por ellos. A medida que mi cuerpo se debilita, mi espíritu se transparenta, haciéndose más visible y real.
Mi organismo es frágil, sí, lo que no significa que deba alarmarme por cada señal de envejecimiento y convertirme en prisionera de los medicamentos y las visitas médicas.
Elijo regalar a mi cuerpo vulnerable la medicina justa y necesaria. Busco respuestas más sutiles a través del arte, la música o el camino espiritual. Si estoy atenta, la cáscara es lo único que envejece. Mi tarea ahora es perdonar y agradecer.
Mientras gira la rueda de los días, soy yo la montaña que sostiene a quienes deambulan por las laderas de la vida.
¿Quién soy más allá de la vitalidad corporal?