Llega diciembre con su última página del calendario, que tiene la intención de sintetizar el proyecto del año. En este caso, de Guerreras de la Luz, con sus hermosos valores para poner en práctica, quiero terminar con el amor incondicional. La Guerrera del Amor Incondicional te dice: «Quiero que seas feliz». Es un sentimiento que es necesario replantearse, no solo en tiempos de Navidad, para saber qué significa para mí. Parece un concepto grande e inasequible, pero tan solo con la aspiración de querer sentir ese amor, ya estamos haciendo mucho.
Esta Guerrera fuera del tiempo, que toca con su mano la mano del Guerrero de la Luz, habla también de la polaridad, del masculino y femenino que todos llevamos dentro, y que cuando trabajamos por su equilibrio trae felicidad.
El profundo deseo de que el otro sea feliz es la forma de amor más elevada. Sólo cuando lo sintáis fluir en vuestro corazón tendréis una idea de lo que es. Porque si no fluye del corazón no existe, asegura esta hermosa guerrera.
Ella nos recuerda que el amor es una cualidad que no hace distinciones. La máxima aspiración es amar a todos los seres como una madre ama a su hijo. ¿Podéis imaginarlo?
Mi corazón y mi mente no han sido creados por naturaleza para sentir esta clase de amor. También pueden manifestar rechazo, resentimiento y miedo hacia el otro. Necesito entrenarme para tener el coraje y la determinación de amar y ahí es donde aparece la Guerrera del Amor Incondicional.
Ella es quien me enseña que el cariño hacia mis seres queridos es como un semillero donde germina esta emoción. Sin embargo, suele conllevar también apego. La idea de perderlos, o no ser correspondida como espero, me genera insatisfacción.
Asimismo, si mi amor va unido a la pasión, con la que lo confundo a menudo, me debilita, porque me hace dependiente. Cuando cultivo la sensación de amor en mi propio corazón, con cada latido consigo esponjarlo más y más. He de practicar primero con pensamientos amorosos hacia mí misma y después hacia los demás, aceptando nuestras debilidades. Porque ni yo ni nadie estamos, aún, plenamente evolucionados. Y sentir un profundo afecto a pesar de eso es quizás la más sublime muestra de amor.
¿Practicamos? Quiero que seas feliz.
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